Llevar una vida de rock’n’roll ha resultado fatal para muchos artistas, pero pocos podrían considerarse una pérdida tan grande para la música como Amy Winehouse, que ha sido encontrada muerta a la edad de 27 años, la causa no está inmediatamente clara. Una de las cantantes más destacadas de su generación, había sufrido la adicción a las drogas y la destrucción que ésta provoca. Su voz ronca y conmovedora contradecía tanto su juventud como sus orígenes londinenses: cantar desde las entrañas no es algo exclusivo de los intérpretes negros estadounidenses de más edad.
La música de Winehouse caló tan hondo en la gente que su segundo álbum, Back to Black, se convirtió en el disco más vendido en Gran Bretaña en 2007 y alcanzó el número 2 en Estados Unidos, convirtiéndola en una de las pocas solistas británicas que ha alcanzado ese nivel de reconocimiento transatlántico. Su éxito impulsó las ventas de su primer álbum, Frank (2003), inicialmente ignorado, titulado así por las letras de estilo diario que contenían canciones como Stronger Than Me, en la que arremetía contra un ex novio «ladyboy». Ambos vendieron un total de más de 12 millones de copias en todo el mundo.
Nacida en el seno de una familia judía en North Finchley, al norte de Londres, Winehouse creció escuchando los discos de jazz de su padre taxista, Mitch. Él y su madre farmacéutica, Janis, se divorciaron más tarde.
Amy se aficionó a la interpretación tan pronto que a los ocho años ya asistía a escuelas de teatro. Pasó por tres de ellas, incluyendo la escuela de teatro Sylvia Young en el centro de Londres, de la que fue expulsada por «no aplicarse», y la escuela Brit en Croydon, al sur de Londres. Sus instintos rebeldes afloraron a mediados de la adolescencia: a los 16 años ya se había hecho su primer tatuaje y fumaba cannabis. «Mis padres se dieron cuenta de que haría lo que me diera la gana, y eso fue todo», dijo más tarde.
Su novio de entonces pasó una cinta de su canto a una compañía discográfica, que quedó impresionada. «No se parecía a nada que hubiera pasado por mi radar», dijo el compositor Felix Howard, que llegó a colaborar con Winehouse en Frank. La cantante firmó un contrato con la mayor discográfica del mundo, Universal, y fue contratada por la empresa de management que dirige Simon Fuller, el artífice de Pop Idol y de sus derivaciones televisivas. Sin embargo, estar en el seno de la clase dirigente del pop convirtió a Winehouse en una persona hosca y a la defensiva. Cuando la prensa la acusó de ser una de las marionetas del pop de Fuller, replicó: «Es lo suficientemente inteligente como para saber que no puede joderme».
Si Winehouse no era del todo singular -Dusty Springfield y Maggie Bell la precedieron como cantantes pop británicas de raza blanca cuyas complicadas vidas personales dieron lugar a una música desprejuiciada y rica en matices-, ciertamente se distinguía de casi todos los demás artistas menores de 40 años. Cuando Frank salió a la venta, justo después de su 20º cumpleaños, el sonido pop femenino predominante era el de las Girls Aloud. La desconcertante sensualidad de Winehouse la clasificó inicialmente como vocalista de jazz. A pesar de que los críticos la consideraban una artista de moda, como lo demuestran sus dos nominaciones a los premios Brits de 2004, no logró captar la atención del público y Frank alcanzó el número 13 en las listas de éxitos.
Cuando terminó de promocionar el álbum y se puso a escribir la continuación, se produjo una notable transformación. Durante este tiempo conoció a su futuro marido, Blake Fielder-Civil, que trabajaba en la periferia del negocio de la música como ayudante en los rodajes de vídeos. La atracción fue aparentemente instantánea, al menos por parte de Winehouse, y cuando Fielder-Civil terminó la relación después de unos meses, ella volcó su depresión en las canciones que se convertirían en Back to Black.
De los meses que siguieron a su separación, dijo: «Nunca había sentido lo que siento por él por nadie en mi vida. Pensé que no volveríamos a vernos. Quería morirme»
El álbum se publicó a finales de 2006, y cuando Winehouse comenzó una ronda de conciertos y apariciones en televisión ese otoño, era obvio que había pasado el pasado reciente caminando por el lado salvaje. Había perdido varios kilos y se había hecho un montón de tatuajes, un peinado tipo colmena y, según se rumoreaba, problemas con las drogas y el alcohol.
Típicamente directa, llamó la atención sobre esto último en el primer single de Back to Black, Rehab, que se convirtió en su canción estrella: «No quiero volver a beber, sólo necesito un amigo… Intentaron hacerme ir a rehabilitación, dije no, no, no». A pesar de su tema, la canción era contagiosamente alegre y se convirtió en su primer éxito en el top 10, permaneciendo en las listas durante 57 semanas, casi un récord.
Todo el álbum fue también un éxito instantáneo y enorme. El jazz-lite que caracterizaba a Frank había sido sustituido por un chispeante R&B, canciones inmediatamente tarareables y, sobre todo, la actuación de toda una vida de Winehouse, que cantó como si su corazón estuviera dañado sin remedio. La crítica lo aclamó: «Uno de los grandes CDs de nuestro tiempo… cuando esta dama canta sobre el amor, dice cada palabra», dijo la revista estadounidense Entertainment Weekly, y apareció en numerosas listas de lo mejor del año. Su atractivo trascendió las barreras idiomáticas y llegó al número 1 en 18 países, incluido el Reino Unido.
Una gran incógnita era si Back to Black habría conectado tan fuertemente con los oyentes si Winehouse no hubiera estado representando simultáneamente sus dramas emocionales en público. Todavía atormentada por el fracaso de su relación con Fielder-Civil, su comportamiento era errático: su peso bajó aún más y la monstruosa colmena se hizo aún más alta. Parecía carecer de las inhibiciones que impiden a la mayoría de la gente «actuar» en público, lo que la convirtió en un sueño para los tabloides. Atraídos por el aroma de la celebridad perturbada, los paparazzi no tardaron en seguirla por las calles del norte de Londres.
Perversamente, a medida que su vida se volvía más compleja, su éxito aumentaba. Ganó el premio Brit 2007 a la mejor artista femenina y los premios Ivor Novello por Rehab y Love Is a Losing Game. Además, recogió el trofeo al mejor álbum de la revista Q y fue nominada al premio Mercury de ese año.
Se reencontró inesperadamente con Fielder-Civil a principios de 2007, y en mayo se casaron por impulso en Miami. Si Winehouse había sido frágil antes, el matrimonio pareció sacar lo peor de ella. Ella y su nuevo marido se convirtieron en grandes consumidores de drogas, y pronto se dijo que ella se inyectaba heroína. La pareja era fotografiada con frecuencia con un aspecto muy deteriorado, y los brazos de Winehouse mostraban las marcas de cortes autoinfligidos. Se desmayó por una sobredosis en el verano, y realizó la primera de varias visitas infructuosas a rehabilitación.
Fielder-Civil fue detenido en noviembre de 2007, y posteriormente se declaró culpable de atacar al propietario de un pub y de intentar pervertir el curso de la justicia ofreciéndole 200.000 libras para que guardara silencio al respecto. Mientras él estaba en prisión preventiva, Winehouse siguió adelante como pudo. Canceló conciertos, entabló amistad con su compañero adicto Pete Doherty y volvió a intentar la rehabilitación. En medio de todo ello, con su talento aún intacto, ganó cinco premios Grammy en febrero de 2008.
La relación de la pareja terminó cuando Fielder-Civil fue condenado a 27 meses de cárcel en julio siguiente. A pesar de que en un principio dijo que le esperaría, se divorciaron en 2009 y ella se trasladó temporalmente a la isla caribeña de Santa Lucía, donde esperaba escapar de la perniciosa influencia de la gente de la droga en Camden, al norte de Londres. Su piso en Camden estaba convenientemente cerca de su pub favorito, el Hawley Arms. Aunque afirmó haber dejado las drogas en Santa Lucía, admitió que bebía para compensar, aunque no en exceso, insistió.
Siguieron varias relaciones, la más duradera con Reg Traviss, director de las películas Screwed y Psychosis. Winehouse también empezó a grabar la continuación de Back to Black; el director de Universal, Lucian Grainge, dijo que las maquetas eran «fantásticas». También lanzó su propio sello, Lioness, cuyo primer fichaje fue su ahijada de 13 años, Dionne Bromfield.
Sin embargo, Winehouse estaba constantemente metida en algún que otro problema. Fue detenida varias veces por delitos de orden público, y hospitalizada por un enfisema y por el dolor que le causaban los implantes mamarios. Siempre hubo indicios de que no había vencido los demonios contra los que luchó a lo largo de su carrera: el año pasado los periódicos sensacionalistas publicaron una foto suya inconsciente en un banco a la salida de un pub, y el mes pasado se comportó de forma tan errática en el escenario de la capital serbia de Belgrado que se canceló el resto de su gira de verano.
Su última aparición pública se produjo tres días antes de su muerte, en un concierto de Bromfield en el Roundhouse de Camden. Winehouse bailó en círculos de ensueño y luego desapareció sin cantar una nota.
El pasado mes de marzo realizó su última grabación, el estándar pop Body and Soul con Tony Bennett, que se publicará en su álbum Duets II en septiembre. Bennett la recordaba como «un músico extraordinario con una rara intuición como vocalista». Durante los caóticos últimos años de su vida, se la comparó frecuentemente con otras cantantes con existencias tempestuosas, como Billie Holiday y Edith Piaf.
Le sobreviven sus padres y su hermano, Alex.
– Amy Jade Winehouse, cantautora pop, nacida el 14 de septiembre de 1983; fallecida el 23 de julio de 2011
– Este artículo fue modificado el 27 de julio de 2011. El original se refería a «el compañero drogadicto Pete Doherty». Yonqui ha sido sustituido por adicto.
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