Desde la introducción de la digital en la terapia hace aproximadamente 200 años, ha habido continuas advertencias sobre su toxicidad. Hace más de 400 años, los herbolarios catalogaban la planta como venenosa. En la ficción, el uso homicida de la digital aparece en los escritos de Mary Webb, Dorothy Sayers y Agatha Christie. Se enumeran diez casos en la vida real de presuntos homicidios por digitálicos y juicios a los acusados. El fármaco se ha utilizado con intención suicida con bastante poca frecuencia, en comparación con otros medicamentos. Posiblemente, se utiliza más comúnmente para tal propósito en Francia que en Inglaterra o Estados Unidos.
El uso fraudulento de los digitálicos en el apoyo de las reclamaciones por incapacidad debido a enfermedades del corazón ha ocurrido, y una gran conspiración de médicos y abogados en la estafa de las compañías de seguros durante la década de 1930 es un episodio vergonzoso en el registro de estas profesiones. Aunque inocente, un profesor de medicina implicado se suicidó.
Se mencionan dos errores farmacéuticos (de fabricación) ocurridos en Bélgica y Holanda con etiquetado erróneo. Éstos tuvieron como resultado numerosas muertes y la profesión pareció ser bastante lenta en reconocer la naturaleza de estas pequeñas epidemias de envenenamiento.
Los casos de enfermedad psiquiátrica con digitálicos parecen estar bien documentados. La historia de la toxicidad de los digitálicos continúa en el presente y los médicos deben estar atentos al potencial de envenenamiento del fármaco que puede resultar de la prescripción de digitálicos con la ignorancia de la dosis adecuada, la farmacodinámica o las interacciones de los fármacos, así como de la sobredosis accidental como en los niños y el uso con intención autodestructiva u homicida.