En otras palabras, la gente puede reírse cuando está nerviosa para moderar sus sentimientos nerviosos; del mismo modo, la gente puede llorar cuando está feliz para recuperarse del vértigo que la distrae. Aragón especula que estas expresiones desajustadas también tienen propósitos sociales: Reír hasta el exceso (o querer dar un puñetazo a un cachorro cuando se está abrumado por su ternura) puede señalar que se ha tenido suficiente de un determinado estímulo y se quiere que se detenga.
Para medir estos efectos, el estudio puso a prueba a sujetos que miraban imágenes de bebés monos, pidiéndoles que registraran sus reacciones ante situaciones cargadas de emoción, como bodas y reuniones. Algunas de las preguntas incluían si al mirar «un bebé extremadamente lindo, quiero pellizcar esas mejillas», y si el sujeto se consideraba a sí mismo como «el tipo de persona que le diría a un niño lindo ‘podría comerte’ con los dientes apretados». (Investigaciones anteriores han demostrado que ver fotos de bebés puede producir «emociones positivas intensas y liberación de dopamina en el cerebro.» Toma, date el gusto.)
Pero en lugar de limitarse a decir ‘Aw’ o sonreír mucho, muchos de los sujetos respondieron agresivamente a las fotos de bebés con «gruñidos, apretones, mordiscos y pellizcos.» Según Aragón, esto demuestra que los estímulos tiernos pueden provocar estas expresiones incongruentes. Al final, el estudio descubrió que las personas que se comportaban de esta manera eran capaces de moderar sus emociones intensas más rápidamente. Aun así, Aragón afirma que las razones evolutivas de este comportamiento siguen sin estar claras.
«Si ésta es una de las formas en que las personas desarrollan o regulan sus emociones, quizá sea un mecanismo que podría estar relacionado con la evolución», explica. «Pero de ninguna manera mi investigación dice eso todavía. En cuanto a la salud, sabemos que regular las emociones es importante para el trabajo, las relaciones y el bienestar»
No es una exageración: varios estudios han demostrado que la llamada regulación de las emociones es fundamental para la salud. Tal vez no sea sorprendente que algunas estrategias para controlar sus sentimientos sean mejores que otras. Para empezar, el mero hecho de creer que puedes regular tus emociones se ha correlacionado con «mayores niveles de bienestar y menor malestar psicológico». A su vez, los individuos que revalorizan los sentimientos negativos -es decir, que se toman el tiempo necesario para cambiar su punto de vista sobre una situación ante la que reaccionaron negativamente en un primer momento- «expresan más emociones positivas y menos emociones negativas». Mientras tanto, los que reprimen sus sentimientos muestran mayores niveles de insatisfacción y un peor funcionamiento interpersonal.
Aragón dice que sus hallazgos pueden estar relacionados con lo que el actual presidente de Yale, Peter Salovey, y su colega John Mayer denominaron «inteligencia emocional» en un estudio seminal de 1990, definido como «la capacidad de monitorizar los sentimientos y emociones propios y ajenos, de discriminar entre ellos y de utilizar esta información para guiar el propio pensamiento y las acciones». Su investigación posterior descubrió que las personas que demuestran una mayor inteligencia emocional son «menos propensas a participar en conductas problemáticas y autodestructivas y negativas, como fumar, beber en exceso, abusar de las drogas o tener episodios violentos con los demás».
Así pues, los seres humanos muestran comportamientos conscientes e inconscientes que pueden ayudar a su autorregulación emocional. Y aunque los investigadores aún no han determinado todos los fundamentos -biológicos, evolutivos y neurológicos- de estos comportamientos, está claro que una risa o una sonrisa aparentemente inapropiadas también pueden ayudar.