Persona – El «yo», generalmente aspectos ideales de nosotros mismos, que presentamos al mundo exterior.
La persona es … un complejo funcional que llega a existir por razones de adaptación o conveniencia personal.
La persona es aquello que en realidad uno no es, pero que tanto uno mismo como los demás creen que es.
Originalmente la palabra persona significaba una máscara que llevaban los actores para indicar el papel que representaban. En este nivel, es tanto una cubierta protectora como una ventaja para mezclarse con otras personas. La sociedad civilizada depende de las interacciones entre las personas a través de la persona.
Hay, en efecto, personas que carecen de una persona desarrollada… que van de un solecismo social a otro, perfectamente inofensivas e inocentes, aburridas del alma o niños atractivos, o, si son mujeres, casandras espectrales temidas por su falta de tacto, eternamente incomprendidas, que nunca saben de qué van, que siempre dan por sentado el perdón, ciegas ante el mundo, soñadoras sin esperanza. A partir de ellos podemos ver cómo funciona una persona descuidada.
La máscara como compromiso colectivo
Antes de que la persona se haya diferenciado del ego, la persona se experimenta como individualidad. De hecho, como identidad social, por un lado, y como imagen ideal, por otro, tiene poco de individual.
Es, como su nombre indica, sólo una máscara del psiquismo colectivo, una máscara que finge la individualidad, haciendo creer a los demás y a uno mismo que se es individual, cuando simplemente se está actuando un papel a través del cual habla el psiquismo colectivo.
Cuando analizamos el personaje nos despojamos de la máscara, y descubrimos que lo que parecía ser individual es en el fondo colectivo; es decir, que el personaje era sólo una máscara de la psique colectiva. En el fondo, el personaje no es nada real: es un compromiso entre el individuo y la sociedad sobre lo que debe ser un hombre. Toma un nombre, se gana un título, ejerce una función, es esto o aquello. En cierto sentido todo esto es real, pero en relación con la individualidad esencial de la persona en cuestión es sólo una realidad secundaria, una formación de compromiso, en cuya elaboración otros tienen a menudo una parte mayor que él.
La Trampa de una Persona Exitosa
Una comprensión psicológica de la persona como una función de la relación con el mundo exterior hace posible asumir y abandonar una a voluntad. Pero al premiar a un personaje concreto, el mundo exterior invita a identificarse con él. El dinero, el respeto y el poder llegan a aquellos que pueden desempeñar un papel social de forma exclusiva y satisfactoria. Por lo tanto, de ser una conveniencia útil, el personaje puede convertirse en una trampa y una fuente de neurosis.
Un hombre no puede deshacerse de sí mismo en favor de una personalidad artificial sin castigo. Incluso el intento de hacerlo provoca, en todos los casos ordinarios, reacciones inconscientes en forma de malos humores, afectos, fobias, ideas obsesivas, vicios reincidentes, etc. El «hombre fuerte» social es en su vida privada a menudo un mero niño en lo que se refiere a sus propios estados de ánimo.
Las exigencias de corrección y buenos modales son un aliciente más para asumir una máscara que lo convierta. Lo que ocurre detrás de la máscara se llama entonces «vida privada». Esta división dolorosamente familiar de la conciencia en dos figuras, a menudo absurdamente diferentes, es una incisiva operación psicológica que está destinada a repercutir en el inconsciente.
Identificación con el personaje
Entre las consecuencias de la identificación con un personaje están: perdemos de vista quiénes somos sin una cubierta protectora; nuestras reacciones están predeterminadas por las expectativas colectivas (hacemos y pensamos y sentimos lo que nuestro personaje «debería» hacer, pensar y sentir); los allegados se quejan de nuestra distancia emocional; y no podemos imaginar la vida sin él.
En la medida en que la conciencia del ego se identifica con el personaje, la vida interior descuidada (personificada en la sombra y el ánima o animus) se activa en compensación. Las consecuencias, experimentadas en los síntomas característicos de la neurosis, pueden estimular el proceso de individuación.
Hay, después de todo, algo individual en la peculiar elección y delineación de la persona, y … a pesar de la identidad exclusiva de la conciencia del yo con la persona, el yo inconsciente, la individualidad real de uno, está siempre presente y se hace sentir indirectamente si no directamente. Aunque la conciencia del ego es al principio idéntica a la persona -ese papel de compromiso con el que desfilamos ante la comunidad-, el yo inconsciente nunca puede ser reprimido hasta el punto de extinguirse. Su influencia se manifiesta principalmente en la naturaleza especial de los contenidos contrastantes y compensatorios del inconsciente. La actitud puramente personal de la mente consciente evoca reacciones por parte del inconsciente, y éstas, junto con las represiones personales, contienen las semillas del desarrollo individual.
© del Léxico de Jung de Daryl Sharp, reproducido con el amable permiso del autor.
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