El trastorno por consumo de alcohol es un diagnóstico que se realiza cuando un individuo tiene problemas graves relacionados con el consumo de alcohol. El trastorno por consumo de alcohol puede causar importantes problemas sanitarios, sociales y económicos, y puede poner en peligro a los individuos afectados y a los demás a través de comportamientos provocados por el deterioro de la toma de decisiones y la disminución de las inhibiciones, como la agresión, las relaciones sexuales sin protección o la conducción en estado de embriaguez.
El trastorno por consumo de alcohol es un diagnóstico amplio que engloba varios términos de uso común que describen los problemas con la bebida. Incluye el alcoholismo, también llamado adicción al alcohol, que es un trastorno duradero (crónico) caracterizado por un impulso poderoso y compulsivo de beber alcohol y la incapacidad de dejar de beber después de empezar. Además del alcoholismo, el trastorno por uso de alcohol incluye el abuso de alcohol, que implica un problema de consumo de alcohol sin adicción.
El uso excesivo y habitual de alcohol cambia la química del cerebro y conduce a la tolerancia, lo que significa que con el tiempo es necesario aumentar la cantidad de alcohol ingerida para conseguir el mismo efecto. El consumo excesivo de alcohol a largo plazo también puede producir dependencia, lo que significa que cuando las personas dejan de beber, tienen síntomas físicos y psicológicos de abstinencia, como problemas de sueño, irritabilidad, sobresalto, temblores, inquietud, dolor de cabeza, náuseas, sudoración, ansiedad y depresión. En casos graves, puede producirse agitación, fiebre, convulsiones y alucinaciones; este patrón de síntomas graves de abstinencia se denomina delirium tremens.
El consumo excesivo de alcohol que suele producirse en el trastorno por consumo de alcohol, y que también puede ocurrir en episodios de corta duración denominados borracheras, puede conducir a una sobredosis potencialmente mortal conocida como intoxicación etílica. La intoxicación etílica se produce cuando una gran cantidad de alcohol consumida en poco tiempo provoca problemas en la respiración, el ritmo cardíaco, la temperatura corporal y el reflejo nauseoso. Los signos y síntomas pueden incluir vómitos, asfixia, confusión, respiración lenta o irregular, piel pálida o azulada, convulsiones, una temperatura corporal baja, una acumulación tóxica de sustancias llamadas cetonas en la sangre (cetoacidosis alcohólica) y desmayo (pérdida de conocimiento). Si la intoxicación por alcohol no se trata inmediatamente, puede producirse un coma, daños cerebrales y la muerte.
El consumo excesivo y crónico de alcohol también puede causar problemas a largo plazo que afectan a muchos órganos y sistemas del cuerpo. Estos problemas de salud incluyen enfermedades irreversibles del hígado (cirrosis), inflamación del páncreas (pancreatitis), disfunciones cerebrales (encefalopatía), daños en los nervios (neuropatía), presión arterial alta (hipertensión), derrames cerebrales, debilitamiento del músculo cardíaco (cardiomiopatía), latidos irregulares del corazón (arritmia) y problemas del sistema inmunitario. El consumo excesivo de alcohol a largo plazo también aumenta el riesgo de ciertos tipos de cáncer, como el de boca, garganta, esófago, hígado y mama. El consumo de alcohol en mujeres embarazadas puede causar defectos de nacimiento y el síndrome de alcoholismo fetal, que puede provocar problemas físicos y de comportamiento de por vida en el niño afectado.