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Cuando el champú comercial comenzó a llegar a las tiendas en la década de 1930, cambió el mundo. Entonces, cabe preguntarse qué hacía la gente antes del champú. ¿Utilizaban simplemente agua, jabón u otra cosa? Vamos a examinar algunos de los hábitos de aseo capilar más populares de los pueblos históricos, desde los más mundanos hasta los más extraños.
- Cuidado del cabello en la antigüedad: No es tan extraño como podría pensarse
- Cuidado medieval del cabello: grasa de tocino, corteza de olmo, agua de romero y lejía
- Cuidado del cabello en el siglo XVIII: Pelucas en abundancia
- La época victoriana: Huevos. Huevos por todas partes.
- La revolución del champú de los años 30
Cuidado del cabello en la antigüedad: No es tan extraño como podría pensarse
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Hace miles de años, había todo tipo de opiniones sobre cómo lavar y cuidar el cabello. En Sumeria, por lo que sabemos, la gente se lavaba sobre todo sin jabón y se engrasaba el pelo para mantenerlo brillante. Para disimular el olor corporal, las mujeres se ponían conos de perfume en la cabeza que mantenían su cabello aromático todo el día. En la antigua China, la gente utilizaba para lavarse el pelo la planta Cedrela, una planta leñosa aromática que se utiliza actualmente para fabricar cajas de puros.
En Egipto, su método para lavarse el pelo era: no hacerlo. Se lo afeitaban todo para evitar los piojos. Sin embargo, llevaban pelucas, que lavaban con frecuencia utilizando zumo de cítricos. El ácido cítrico del zumo disolvía los aceites de las pelucas y dejaba el folículo piloso sellado. Después del lavado, les gustaba utilizar aceite de almendras como acondicionador.
Los griegos y los romanos utilizaban aceite de oliva para acondicionar el cabello y mantenerlo suave, y enjuagues de vinagre para mantenerlo limpio y aclarar el color.
Cuidado medieval del cabello: grasa de tocino, corteza de olmo, agua de romero y lejía
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Durante la Edad Media, los baños suponían mucho trabajo, e incluso se consideraban poco saludables, por lo que la gente rara vez los tomaba. Sin embargo, en algunas partes de Europa se aconsejaba a las mujeres mezclar pan de cebada quemado, sal y grasa de oso y ponérselo en el pelo. Se suponía que lo haría crecer. Otras mujeres preparaban un té con leche de cabra o agua, corteza de olmo, raíz de sauce y raíz de caña y lo utilizaban para lavarse el pelo. Se suponía que lo haría más grueso. Otros métodos para lavarse el pelo eran el vinagre, el agua de romero, las ortigas, la menta, el tomillo y otras hierbas.
Durante el período del Renacimiento, las mujeres de Italia se lavaban el pelo con jabón de lejía y luego utilizaban grasa de tocino y regaliz para acondicionarlo.
Cuidado del cabello en el siglo XVIII: Pelucas en abundancia
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Durante los años 1700 y 1800, las pelucas lo eran todo. La mayoría de la gente se lavaba el pelo con jabones de lejía o con agua, y aún iba por ahí engrasándose el pelo y recogiéndolo. ¿El truco? A la gente rica le gustaba llevar pelucas, y no cualquier peluca, sino enormes pelucas empolvadas. La mayoría eran blancas, pero a las mujeres también les gustaba llevar colores pastel como el rosa, el azul e incluso el lavanda. Cuanto más rica eras, más grande era tu peluca.
Con el paso del tiempo, las personas más ricas llevaban pelucas cada vez más altas. Generalmente se hacían con pelo humano, pero a veces se sustituían por pelo de cabra o de caballo.
Se sabe que la condesa de Matignon, en Francia, pagaba a un peluquero para que le hiciera una peluca nueva para cada día de la semana.
La época victoriana: Huevos. Huevos por todas partes.
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Durante la Era Victoriana, miles de médicos salían a la calle proclamando al mundo los beneficios del baño para la salud. Los victorianos eran famosos por su fascinación por los nuevos productos industrializados y las modas de la salud. El lavado del cabello con lejía seguía siendo habitual, pero apareció un contrincante en forma de humilde huevo. Ahora, aproximadamente una vez al mes (como era la cantidad recomendada), las mujeres rompían huevos sobre sus cabezas, trabajaban el huevo pegajoso hasta formar espuma en su cabello, y luego lo enjuagaban.
El jabón de Castilla también era una opción popular, al igual que el «jabón de marfil» de P&G, que fue inventado por primera vez en 1859 por William Procter y James Gamble. El «aceite de Macassar», un aceite hecho de aceite de coco, aceite de palma y aceite de flores llamado «ylang-ylang», se utilizaba como un acondicionador popular.
La revolución del champú de los años 30
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Por último, en 1930, en Springfield Massachusettes, el Dr. John H. Breck fundó el champú Breck. Gracias a su ingeniosa campaña publicitaria, el champú comercial comenzó a utilizarse como producto para el lavado del cabello. Breck publicó anuncios en Woman’s Home Companion, Seventeen, Harper’s Bazaar, Glamor e incluso Vogue, bajo el lema «cada mujer es diferente», afirmando que creaba un champú personalizado que daría como resultado un cabello hermoso, siempre. En los años 50, su champú estaba disponible en casi todas partes. La campaña siguió siendo popular hasta la década de 1970, creando la expectativa cultural de lavarse el pelo con frecuencia.
Otras empresas no tardaron en seguir el ejemplo, y se creó la industria del cuidado del cabello. Desde entonces, usamos champú comercial.