¿Alguna vez has entrado de puntillas en la cocina para sacar una galleta del tarro cuando nadie miraba? A no ser que llevaras guantes, es probable que dejaras evidencia de tu ataque a la merienda. Un experto en huellas dactilares probablemente podría encontrar huellas en el tarro de galletas y hacerlas coincidir con las huellas únicas de la punta de tus dedos.
Por suerte, la mayoría de los padres no son expertos en huellas dactilares ni investigadores de la escena del crimen (CSI). Sin embargo, las migas de galleta de tu barbilla podrían delatarte.
Mira de cerca tus palmas y las puntas de tus dedos. ¿Ves las pequeñas crestas y líneas? Si presionas un dedo sobre una almohadilla de tinta y luego sobre un trozo de papel, quedará una huella de las líneas y crestas en tu dedo: ¡una huella dactilar!
Tus huellas dactilares son únicas. Eso significa que nadie más en el mundo tiene exactamente el mismo conjunto de crestas y líneas que tú tienes en tus dedos. Ni siquiera los gemelos idénticos tienen las mismas huellas dactilares.
Tus huellas dactilares también son las mismas desde que naces hasta que mueres. Su carácter único y duradero hace que las huellas dactilares sean una de las mejores formas de identificar a una persona.
¿Se ha dado cuenta de que no es necesario sumergir los dedos en tinta para dejar huellas dactilares? El sudor y los aceites corporales salen constantemente por los pequeños poros de nuestra piel. Estas sustancias recubren las crestas y las líneas de los dedos.
Cuando tocas algo, transfieres estas sustancias a lo que tocas, dejando una impresión de las crestas y las líneas en tus dedos. Estas huellas dactilares -llamadas huellas dactilares latentes- normalmente no se pueden ver a simple vista. Sin embargo, a veces se pueden ver en ciertos objetos, como una botella de cristal.
Los científicos conocen estas huellas invisibles desde el siglo XIX. Ya en 1892, el científico inglés Sir Francis Galton escribió un libro sobre el uso de las huellas dactilares para resolver crímenes. Sin embargo, no fue hasta 1896 cuando Sir Edward Richard Henry desarrolló una forma de clasificar las huellas dactilares basándose en sus patrones generales de cresta: bucles, verticilos y arcos.
El sistema de identificación de huellas dactilares de Henry, denominado dactiloscopia, se ha modificado ligeramente con el tiempo. Hoy en día, sigue siendo utilizado por los organismos encargados de la aplicación de la ley en todo el mundo.
En los últimos 100 años, los avances tecnológicos han ayudado a los funcionarios encargados de la aplicación de la ley a hacer un uso aún mejor de las huellas dactilares. Hoy en día, las huellas dactilares pueden ser «levantadas» -identificadas y copiadas para su posterior comparación- de casi cualquier superficie utilizando un polvo especial para huellas dactilares.
Además, los científicos ya no necesitan huellas dactilares completas. Con la ayuda de ordenadores y programas informáticos avanzados, se puede identificar incluso media huella dactilar y cotejarla con una muestra de comparación. Los ordenadores pueden incluso utilizarse para realizar comparaciones de forma automática, aunque la verificación final de la coincidencia de una huella dactilar sigue siendo realizada por científicos que estudian y comparan cuidadosamente las huellas dactilares para asegurarse de que se encuentra una coincidencia adecuada.
Sin embargo, las huellas dactilares no son lo único que los científicos utilizan para identificar a las personas. Hay varios tipos diferentes de características biológicas y de comportamiento -llamadas biométricas- que pueden utilizarse para identificar a un individuo. Otros ejemplos de biometría son el ADN, el iris de los ojos, los patrones de voz y los patrones faciales.