La osteoartritis (OA) es una enfermedad articular dolorosa y debilitante y es una de las principales causas de discapacidad (Villafañe et al., 2015). El coste socioeconómico y la carga de la OA sintomática están creciendo con el envejecimiento de la población a nivel mundial. Clínicamente, la afección se caracteriza por dolor articular, sensibilidad, crepitación, rigidez y limitación del movimiento con derrame ocasional y grados variables de inflamación local, especialmente si esos pacientes son mayores de 50 años (Felson, 2009). Esta afección es progresiva y conduce a un deterioro funcional y a la pérdida de calidad de vida, con importantes costes sanitarios y sociales. La prevalencia de la OA difiere según la actividad física. La hipermovilidad articular general puede estar asociada a la OA, pero no se conocen las diferencias según la actividad física. Las actividades repetitivas particulares inherentes a ciertas ocupaciones han sido durante mucho tiempo, y siguen siendo, asociadas con un mayor riesgo de OA (Ebell, 2018). Este editorial destaca los nuevos hallazgos de la investigación.
La conclusión de recientes revisiones sistemáticas (Hurley et al., 2018; Schiphof et al., 2018) es que el tratamiento con ejercicios tiene beneficios positivos moderados para las personas con OA sintomática. El fortalecimiento muscular y los programas que incluyen combinaciones de ejercicios de fuerza, flexibilidad y aeróbicos, son más beneficiosos para el dolor y la discapacidad que la actividad general (por ejemplo, caminar). La mayoría de los estudios involucran a personas con OA de la rodilla (Schiphof et al., 2018); sin embargo, los efectos beneficiosos de la terapia de ejercicios también se observan en estudios de OA de la mano. Por ejemplo, se encontró evidencia de calidad moderada de que el ejercicio terapéutico combinado con terapia manual o férulas mejora el dolor en la OA de la mano (Bertozzi et al., 2015; Kjeken et al., 2011). Los beneficios de la terapia de ejercicio se extienden más allá del dolor y la función física con efectos moderados sobre la depresión en personas con OA de cadera y rodilla (Hurley et al., 2018). Los programas que incluyen la terapia de ejercicio y la educación sobre el ejercicio proporcionan se recomiendan para disminuir el miedo a la actividad y mejorar el compromiso del paciente en los programas de ejercicio.
El dolor en la OA está frecuentemente relacionado con la actividad; el dolor constante se convierte frecuentemente en una característica más tarde en la enfermedad (Collins et al., 2014). El dolor en la OA no es simplemente atribuible a los cambios estructurales en la articulación afectada, sino el resultado de la interacción entre el cambio estructural y los mecanismos de procesamiento del dolor periféricos y centrales. Los cambios neuroplásticos en el sistema nociceptivo, como la sensibilización periférica y central, facilitan el procesamiento del dolor (Clauw y Hassett, 2017; Villafañe, 2018). Este mecanismo abarca un procesamiento sensorial distorsionado en el sistema nervioso central, un mal funcionamiento de los mecanismos inhibidores del dolor descendentes, una mayor actividad de los mecanismos facilitadores del dolor y una potenciación a largo plazo de las sinapsis neuronales en la corteza cingulada anterior que puede amplificar las experiencias de dolor aumentando su grado, duración y extensión espacial (Arendt-Nielsen, 2017). A pesar de las pruebas contradictorias, varios autores han llegado a la conclusión de que una posible explicación de la cronificación del dolor en la rodilla, la cadera, la lumbalgia, el hombro y la mano, en ausencia de un empeoramiento concomitante en la degeneración articular, puede explicarse por la sensibilización central (Villafañe et al., 2013). El dolor de la OA también puede verse agravado por factores generales como los cambios metabólicos y la diabetes mellitus, así como por factores genéticos y psicológicos (Schaible, 2018). El peso de dichos factores puede determinar el patrón de dolor en pacientes individuales.
La OA supone una carga sustancial y creciente para los individuos y la sociedad. No existe una terapia resolutiva para este complicado trastorno y sigue existiendo una necesidad crucial de identificar nuevas intervenciones no farmacológicas para la OA. La terapia de ejercicio multimodal tiene un impacto positivo en la calidad de vida de las personas con OA sintomática y la condición comparte varios aspectos de otras condiciones de dolor crónico. El conocimiento de la OA y sus manifestaciones se ha ampliado en los últimos años; también lo han hecho las opciones terapéuticas y de tratamiento para controlar la enfermedad.