Las mujeres muestran preferencia sexual por los hombres altos y dominantes: ¿es inevitable la desigualdad de género?

El viejo tópico nos dice que los hombres más deseados son «altos, morenos y guapos», y las investigaciones científicas confirman que las mujeres heterosexuales tienden a preferir parejas más altas que ellas.

Un estudio descubrió que, de media, la satisfacción de las mujeres con la altura real de su pareja era mayor cuando éste era 21 cm más alto que ellas. Por el contrario, la satisfacción de los hombres era mayor con una mujer que era 8 cm más baja que ellos. Las mujeres no sólo quieren hombres más altos, sino que parecen preferir una mayor diferencia de altura que los hombres.

La elección de hombres más altos por parte de las mujeres podría indicar una preferencia por los hombres más dominantes, lo que podría deberse a la forma en que la evolución biológica ha moldeado nuestro cerebro. Esto, a su vez, puede haber moldeado nuestra cultura, y las normas que refuerzan la expectativa de que un hombre debe ser más alto que su pareja femenina.

Afortunadamente, podemos cambiar nuestra cultura.

El ‘reino’ animal’

La araña macho está a la derecha (la especie es <em>Argiope appensa</em>, una araña que se encuentra en el Pacífico). Wikimedia commons

El dimorfismo sexual -en el que un sexo es sustancialmente más grande o de apariencia diferente al otro- es común entre los animales.

En algunas especies -como las arañas, incluida la araña roja australiana- la hembra es más grande que el macho.

Pero en los mamíferos, incluidos nosotros los humanos, suele ser el macho el más grande.

Entre nuestros parientes vivos más cercanos -el chimpancé, el gorila y el orangután- los machos son más grandes que las hembras. Son físicamente más fuertes y tienen dientes caninos más grandes y afilados.

Aunque estas características benefician a los machos en la competición entre ellos, también les permiten dominar física y sexualmente a las hembras.

El gorila macho está a la derecha. from www..com

La preferencia de las mujeres por los hombres dominantes

Además de la preferencia por la altura, las mujeres también suelen mostrar preferencia por los indicadores de dominación en los hombres, como la fuerza física y los rasgos faciales masculinos. El controvertido psicólogo Jordan Peterson llega a afirmar que las mujeres odian a los hombres inofensivos.

Los hombres grandes y dominantes pueden ofrecer mayor protección a sus parejas e hijos frente a otros hombres, y es probable que hayan sido mejores proveedores de alimentos y otros recursos a lo largo de nuestra historia evolutiva. Esto sugiere que es adaptativo, en términos evolutivos, que las mujeres se sientan atraídas por tales hombres y los elijan como pareja.

Las investigaciones que apoyan este argumento han descubierto que las mujeres con un mayor miedo al crimen son más propensas a preferir a los hombres físicamente formidables y dominantes. Además, las mujeres con una puntuación más baja en dominancia muestran una mayor preferencia por los hombres más altos.

Desgraciadamente, la preferencia por los hombres más grandes y dominantes tiene un coste. Dichos hombres, aunque podrían proteger a sus parejas de otros hombres, también presentan el riesgo de volcar su agresividad en sus parejas.

Al elegir hombres más grandes y dominantes, las mujeres se vuelven potencialmente más vulnerables a la dominación física y sexual por parte de su pareja. Las estadísticas criminales muestran que la mayoría de las víctimas de asesinatos por parte de la pareja son mujeres.

El australiano Peter Miles asesinó presuntamente a su mujer, su hija y sus cuatro nietos. RICHARD WAINWRIGHT/AAP

¿Nuestra biología nos hace intrínsecamente sexistas?

La evolución por selección natural no tiene un propósito predeterminado, y no trabaja hacia ningún objetivo. Simplemente describe cómo las características físicas y psicológicas se vuelven más comunes si ayudan a un organismo a transmitir sus genes.

El deseo de las hembras por los machos altos y dominantes es sólo probable que haya sido una forma exitosa de propagar los genes, incluso antes de que el Homo sapiens evolucionara.

Aunque no estamos ciegos a los beneficios del tamaño, estas preferencias sexuales y románticas no están determinadas por una elección consciente, ni son siempre racionales o deseables. No elegimos lo que nos resulta atractivo, al igual que el resto de los animales, cuyos cerebros también son producto de la evolución.

Así que el hecho de que las mujeres prefieran a parejas masculinas que puedan -y a menudo lo hagan- dominarlas no significa que las mujeres quieran ser dominadas. La recompensa genética a lo largo del tiempo evolutivo por producir descendencia con tales hombres ha sido simplemente mayor que cualquier coste genético de ser dominada por ellos. Las mujeres se arriesgan a ser agredidas por sus parejas como parte de una estrategia para contrarrestar la amenaza de violencia de otros hombres.

Un hombre físicamente dominante puede luchar contra las amenazas, pero ¿también representa una amenaza directa para las mujeres? from www..com

Crecer

Aunque nuestras preferencias de base biológica están en gran medida fuera de nuestro control consciente, no determinan rígidamente nuestro comportamiento ni nos incapacitan para actuar de otra manera. Podemos resistir nuestros impulsos y pulsiones, y tomar decisiones razonadas sobre cómo comportarnos.

Nuestra biología moldea nuestra cultura, y la cultura hace su parte para reforzar nuestra biología. Incluso en el mundo moderno seguimos perpetuando normas culturales que valoran la mayor estatura y el dominio en los hombres, y la ligereza y la sumisión en las mujeres.

Pero esto no es «sólo cultura», como muchos podrían argumentar. La preferencia casi universal de las mujeres por los hombres grandes y dominantes sugiere que la cultura es un co-conspirador, más que la causa, de este proceso.

Y la cultura no es inamovible, como demuestran los avances que la sociedad ya ha realizado hacia la igualdad de género. Podemos desafiar las normas culturales que socavan a quienes no se adhieren al statu quo. Podemos fomentar valores que compensen a propósito los defectos de nuestra naturaleza. Esto podría conducir a una sociedad más igualitaria, en la que las mujeres ni siquiera sientan que necesitan protección.

Pero necesitamos examinar críticamente nuestras mentes para entendernos a nosotros mismos y obtener el poder de escapar del control de nuestra biología. Quizás entonces, las cosas que no son necesariamente buenas para nosotros dejarán de ser tan seductoras.

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