Bernadette Soubirous es la santa de Lourdes, Francia. Vidente y mensajera de la Inmaculada Concepción, nos dijo las mismas palabras de la Virgen María, habladas en la lengua vasca nativa del sur de Francia y del norte de España. Dijo palabras que enseñaban los méritos de la oración, la penitencia, la pobreza y la iglesia. En la primera y más reconocida aparición mariana de los tiempos modernos, un mensaje personal fue entregado también a Bernadette: no encontraría la felicidad en este mundo, sino sólo en el próximo.
Moriría veintiún años después, en 1879, tras una prolongada y dolorosa enfermedad. Permaneció escondida en un convento a unos quinientos kilómetros de su casa, refugio de los interrogatorios y de los peregrinos que no cesaban de buscarla. A los treinta y cinco años, su carácter fuerte cedió a su cuerpo frágil, y finalmente entró en su felicidad eterna.
Aunque se llevó consigo el conocimiento de ciertos secretos que la Virgen le dio, un secreto permaneció oculto en nuestra presencia. El cuerpo de Bernadette, el más espectacular de todos los incorruptibles, milagrosamente conservado, permaneció enterrado en una tumba húmeda durante treinta años, hasta que se inició la causa de beatificación. Hasta hoy, el cuerpo de Bernadette es una profunda fuente de inspiración y de misterio en torno a los caminos del Señor. El rostro de Bernardita es de una belleza surrealista, y seguirá siendo para nosotros siempre el rostro que miró a los ojos de la Madre de Dios.