No es raro que los pacientes y/o los médicos utilicen los términos espolón óseo y depósito de calcio indistintamente. Desgraciadamente, son dos cosas muy diferentes que a menudo se producen en diferentes partes del cuerpo. Por ejemplo, es más probable ver un espolón óseo en el pie y desarrollar un depósito de calcio en el hombro o en el manguito de los rotadores.
Los espolones óseos son extensiones óseas que se forman en los huesos, normalmente donde se unen los tendones o los ligamentos. Los espolones óseos suelen ser lisos y se encuentran en los extremos o bordes de los huesos, especialmente cuando dos huesos se unen para formar una articulación. Las localizaciones más comunes de los espolones óseos son los talones, las rodillas, los dedos, los codos, las caderas, los hombros, el cuello y la zona lumbar. Los espolones óseos suelen producirse en respuesta a una tensión particular en el lugar donde se encuentran. El cuerpo depositará el hueso si un tendón, ligamento o tejido se tensa y aumenta la tensión en el lugar de fijación. Por eso es frecuente escuchar el término «espolón de tracción». Un espolón calcáneo en el pie es un ejemplo de espolón de tracción. Si una articulación se afloja o se vuelve inestable, como la columna vertebral, el cuerpo desarrollará espolones en un intento de crear estabilidad del complejo articular. Los espolones no son necesariamente el origen del dolor de una persona. El dolor suele proceder del músculo, el tendón, el nervio o el ligamento que rodea al espolón. Algunos estudios revelan que las personas mayores son más propensas a presentar espolones óseos; sin embargo, los espolones pueden aparecer en personas jóvenes que realizan actividades deportivas, debido a la presión ejercida sobre los tejidos blandos que se adhieren a la zona del espolón. Los espolones óseos suelen estar asociados a las siguientes afecciones: osteoartritis, estenosis espinal, espondilosis o fascitis plantar.
En comparación con los espolones óseos de tracción, los depósitos de calcio son áreas pequeñas y densas de calcio que pueden formarse después de que un hueso o tejido sufra tensión o daño. Cuando se produce una lesión o un estrés, el calcio viaja a través del torrente sanguíneo hasta la zona lesionada para ayudar a reparar el daño. En algunos casos, la zona dañada puede recibir más calcio del necesario. En otros casos, la microcirculación del tejido está congestionada debido a la lesión. Esto permite que el calcio entre en el tejido, pero la circulación de salida está restringida y, por lo tanto, el exceso de calcio no puede salir. Esto conduce al depósito. En otro caso, el tendón puede sufrir desgarros crónicos durante un período de tiempo y el cuerpo depositará calcio para rellenar el desgarro. Los depósitos de calcio suelen empezar como una pasta espesa que acabará endureciéndose si no se trata.
Los depósitos de calcio son más comunes en mujeres de más de 40 años, el mismo grupo con mayor riesgo de padecer osteoporosis. Los depósitos de calcio pueden producirse cuando el cuerpo no recibe suficiente calcio en la dieta. Una deficiencia de calcio puede hacer que su cuerpo elimine el calcio de los huesos y lo envíe a otros tejidos, donde es necesario para ayudar a otras funciones corporales como la digestión, la circulación, las contracciones musculares, los impulsos nerviosos, etc.
Un estilo de vida sedentario es otro factor de riesgo para los depósitos de calcio. El ejercicio regular ayuda a mantener los huesos fuertes y mejora la circulación, enviando el calcio a los lugares donde más se necesita, en lugar de depositarse en los tejidos blandos.
Si un espolón óseo o un depósito de calcio se encuentra dentro de una articulación o en lo profundo de un tejido, no habrá signos visibles. Los espolones óseos que se forman cerca de la piel pueden tener el aspecto de pequeños bultos o hinchazones bajo la piel. Cuando se desarrolla un espolón óseo en el hombro, es posible que le resulte difícil mover el brazo con normalidad debido al dolor o a la limitación de la amplitud de movimiento. Es habitual recibir un diagnóstico de «pinzamiento del hombro». Esto ilustra la importancia de que se evalúe la zona dolorida con radiografías para descartar la presencia de espolones óseos o depósitos de calcio. Los espolones óseos que se forman en la columna vertebral pueden dar lugar a la compresión de los nervios espinales que salen, lo que puede causar entumecimiento o dolor en los brazos, las piernas u otras zonas del cuerpo. Si los espolones crecen hacia dentro, pueden provocar una estenosis espinal o un estrechamiento del canal central de la columna vertebral que dificulte el enderezamiento o limite la distancia que se puede caminar. Si los espolones se desarrollan en la rodilla, realizar movimientos normales como subir y bajar escaleras o entrar y salir del coche puede resultar doloroso. Los espolones del talón pueden dificultar la marcha cada vez que el pie toca el suelo. Los espolones en el cuello o la columna cervical pueden comprimir las arterias o las venas, restringiendo el flujo de sangre a su cerebro o presionando la tráquea dificultando la deglución.
Una simple radiografía puede indicarnos si tiene un espolón óseo o un depósito de calcio. Al final, un depósito de calcio puede resolverse con un plan de tratamiento de fisioterapia específico. Los espolones óseos tienen menos probabilidades de resolverse sin una extirpación quirúrgica.