Novedad de este mes: Desencadenantes de las rabietas
Algunos días puede parecer que las cosas más insignificantes hacen estallar a tu hijo. Le sirves la leche de la mañana en la taza «equivocada» y te la tira. O quiere ir descalzo, aunque esté lloviendo, y pone el grito en el cielo cuando insistes en ponerle las botas. ¿Qué ocurre? A veces los desencadenantes son más evidentes que otros. Puede estar cansado o enfadado. O puede estar frustrado por su incapacidad para completar una tarea que está decidido a hacer, como meter una clavija redonda en un agujero cuadrado.
Lo que puedes hacer
Las rabietas suelen ocurrir en el peor momento posible para ti. Parece que cuando a tu hijo le estalla un fusible estás o bien con prisa por salir por la puerta por la mañana, en el supermercado con la mitad de la compra hecha, o en la sala de espera de la consulta del médico. ¿Qué tienen en común estas situaciones? Son momentos en los que un niño típico puede sentir una sobrecarga emocional, y como si no tuviera toda tu atención.
Si eres consciente de las situaciones que desencadenan las rabietas, puedes prevenir muchas de ellas con pequeños ajustes o un poco de planificación previa. Salga de la cama 15 minutos antes por la mañana para no ir con prisas por la casa. Si tiene que hacer la compra con su hijo, hágalo cuando esté bien descansado y alimentado. Lleva un libro favorito o un peluche a las visitas al médico: cualquier cosa que puedas hacer para mantenerlo tranquilo te ayudará. Recuerda también que las rabietas ocasionales son un subproducto normal de la infancia y el desarrollo. Cuando su hijo esté molesto, mantenga la calma, permanezca cerca y utilice frases sencillas para ayudar a nombrar los sentimientos del niño, como «Te sientes triste» o «Te sientes enfadado porque tenemos que irnos del parque».
Otros desarrollos: Aprender a compartir, consolar objetos
En el vocabulario de un niño pequeño no existe el «tuyo», ¡todo es «mío»! Así que las llaves del coche, el querido perro de peluche de un hermano, las botas de su padre, el tobogán del parque infantil local… todas estas cosas son, a los ojos de un niño de 18 meses, suyas. Los niños de esta edad no pueden compartir realmente, ni turnarse, ni entender por qué su comportamiento puede molestar a otra persona.
Puede ayudar a su hijo a empezar a entender lo que significa compartir elogiándole cuando le da un juguete a otro niño o cuando deja que otro niño baje primero por el tobogán. Cuando lea un libro o vea un vídeo, señale ejemplos de compartir. Intenta evitar reñirle cuando no quiera hacerlo; a veces, el mero hecho de reconocer lo difícil que es compartir le hará estar más dispuesto a hacerlo. Tendrás que ser paciente y consolarte sabiendo que otros padres de niños pequeños están pasando por lo mismo.
Para un niño pequeño, un peluche favorito es una gran fuente de consuelo. También es posible que tenga algunos hábitos que le tranquilicen, como retorcerse el pelo, mecerse o chuparse el dedo. La mayoría de los niños superan estos comportamientos de forma natural a los 4 años, así que probablemente no sea necesario que intervengas ahora.
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