En este momento, no existen normas ni criterios establecidos sobre cómo realizar un estudio para predecir la recuperación. Debido a la baja calidad de las investigaciones, las decisiones relacionadas con las políticas actuales pueden dar lugar a errores de predicción que pueden pronosticar un mal resultado para pacientes que pueden tener un buen resultado, o viceversa. Además, la falta de normas para la predicción de resultados ha hecho prácticamente imposible el estudio adecuado de las terapias que podrían curar el cerebro y el resto del cuerpo tras la reanimación de una parada cardíaca.
Para elaborar esta declaración científica, el Subcomité Científico de Cuidados Cardiovasculares de Emergencia de la AHA formó un grupo internacional de expertos en las especialidades de neurología, cardiología, medicina de urgencias, medicina de cuidados intensivos y enfermería para adultos y niños. El objetivo del grupo es que la comunidad de investigación clínica desarrolle una prueba clínica precisa y exacta para la mayoría de los pacientes tras la reanimación de una parada cardíaca, con el fin de determinar el pronóstico probable.
«Le debemos a los pacientes y a las familias el asegurarnos de que estamos haciendo todo lo posible para no prolongar un sufrimiento innecesario y, al mismo tiempo, equilibrarlo con el hecho de no retirar los cuidados demasiado pronto si la persona tiene el potencial de recuperarse con una calidad de vida razonablemente buena», dice el doctor Romergryko Geocadin, presidente del grupo de expertos y profesor de neurología, neurocirugía y anestesiología y medicina de cuidados intensivos de la Facultad de Medicina de la Universidad Johns Hopkins. «En el estado actual de las cosas, tenemos que reconocer las limitaciones de nuestras prácticas en este ámbito porque no tenemos una ciencia de alta calidad que respalde nuestra toma de decisiones»
Según la declaración, alrededor del 8% de las más de 320.000 personas que sufren una parada cardíaca fuera de un entorno sanitario en EE.UU. salen del hospital con un buen resultado, mientras que la gran mayoría de los pacientes reanimados acaban en coma o en otro estado de conciencia debido a una lesión cerebral. La mayoría de las muertes se declaran como lesiones cerebrales, aunque sólo el 10% de estos pacientes muestran signos clínicos de muerte cerebral. La mayoría mueren al retirarles el soporte vital porque se prevé que tendrán pocas funciones cerebrales y lo más probable es que no se recuperen.
Actualmente, muchos médicos esperan 48 horas después de una parada cardíaca para que un paciente despierte del coma, y algunos incluso optan por esperar 72 horas. Pero debido a las limitaciones de las pruebas y a otros factores de confusión, como la hipotermia terapéutica, la predicción de un resultado puede ser sesgada y prematura.
Durante una parada cardíaca, hay dos etapas de lesión cerebral: Una se debe a la falta de oxígeno y la otra ocurre, irónicamente, tras el retorno de la sangre. La curación puede no comenzar hasta que el paciente haya superado este obstáculo, lo que puede tardar al menos una semana después de la parada cardíaca. Esto enturbia aún más la decisión de cuánto tiempo hay que esperar para que el paciente se despierte. Los sedantes también pueden influir en algunos de los diagnósticos que determinan la función cerebral, por lo que los autores suelen recomendar esperar siete días o hasta que el paciente deje de tomar los sedantes, lo que ocurra más tarde.
«Una posible razón por la que todos los fármacos que se han probado en los ensayos clínicos para curar las lesiones cerebrales después de una parada cardíaca pueden haber fracasado es que los estudios están diseñados para buscar los efectos de estos fármacos a los 30 o 90 días después de una reanimación satisfactoria de la parada cardíaca, pero no damos a la mayoría de los pacientes tiempo para recuperarse durante ese periodo. En cambio, las predicciones tempranas sobre la recuperación (dentro de las 72 horas) se basan en estudios de baja calidad», dice Geocadin. «Al proporcionar esta declaración, los profesionales de la salud pueden utilizarla como guía para desarrollar estudios mejores y más rigurosos que puedan informar sobre cómo realizar mejores estudios clínicos que conduzcan a una mejor práctica de la medicina y a desarrollar tratamientos útiles para nuestros pacientes».»
Los autores revisaron los diagnósticos actuales disponibles y sus limitaciones para comprobar la función cerebral, como la evaluación de los reflejos, la estimulación de los nervios sensoriales del brazo, la medición de la dilatación de la pupila tras iluminar el ojo con una linterna, el uso del electroencefalograma para evaluar las convulsiones, la aplicación de imágenes cerebrales por resonancia magnética y tomografía computarizada, etc. Utilizando adecuadamente las herramientas existentes o por desarrollar en estudios mejor diseñados, esperan que los investigadores puedan adoptar estos procedimientos o mejorarlos para crear mejores diagnósticos para predecir la función cerebral a largo plazo.
La declaración ofrece a los investigadores clínicos parámetros para establecer sus estudios, como el número de personas que deben inscribir, los métodos estadísticos que deben utilizar, el momento de reevaluar la función en aquellos que se recuperan, las formas de evitar el sesgo y la aplicación de los protocolos de forma coherente.
La sección final de la declaración aborda cuestiones éticas como el respeto a los deseos del paciente o de la familia de estar en soporte vital y las órdenes de no resucitar. Los autores señalan que la calidad de vida es un factor importante y subrayan que en la actualidad hay pocos datos sobre los resultados a largo plazo tras el despertar y que hay que seguir trabajando en ello.
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