John Burger – publicado el 29/09/20
Las historias de la época medieval encontraban un significado espiritual en las conexiones entre la caída del hombre y el instrumento de redención.
Tal vez no sean muchos los que se detienen en la cuestión hoy en día, pero en varios momentos de la historia del cristianismo, la gente ha tratado de explicar el origen de la cruz de Cristo. Algunas de las leyendas que han surgido son imaginativas, y a menudo conllevan un significado espiritual relacionado con la historia de la salvación.
En 1910, James Charles Wall, un eclesiólogo británico, recogió algunas de estas leyendas en su libro Reliquias de la Pasión.
«Cuando el mundo resonó con la noticia de que la Santa Cruz había sido descubierta, y todo el mundo preguntaba por los detalles, según el funcionamiento de cada mente individual, surgieron estas preguntas entre otras», escribió. «¿De qué madera estaba hecha? ¿Dónde creció? ¿En qué localidad brotó esa planta…?»
Una de las leyendas más intrigantes establece una conexión directa entre la Caída del Hombre y la Pasión, por la que Cristo pagó el pecado de Adán. Seth, uno de los hijos de Adán y Eva, buscó alivio para Adán cuando estaba enfermo. Al negársele la petición de unas gotas de aceite del Árbol de la Vida, se le dio en cambio una rama de ese árbol. A la muerte de Adán, Set plantó la rama sobre su tumba, y el árbol creció. De ese árbol, siglos después, se talló la parte vertical de la cruz.
«El travesaño era de ciprés, la pieza para apoyar los pies era de palma, y la inscripción estaba escrita en un trozo de olivo», relata Wall.
Otra forma de la misma leyenda, sin embargo, explica que San Miguel Arcángel, que negó a Seth el aceite del árbol, le dio tres semillas del Árbol del Conocimiento (aquel del que Adán y Eva comieron ilícitamente) para que las colocara bajo la lengua de Adán cuando fuera enterrado. El mensajero celestial prometió que de esas semillas crecería un árbol que daría frutos por los que Adán se salvaría y volvería a vivir.
«De las tres semillas surgió una trinidad de árboles de tres maderas distintas, cedro, ciprés y pino, aunque unidos en un solo tronco», escribe Wall. «De este árbol Moisés cortó su vara. David lo trasplantó a las orillas de un estanque cerca de Jerusalén, y bajo sus ramas compuso sus salmos».
Salomón lo hizo cortar para formar una columna en su Templo, pero al ser demasiado corto, fue rechazado y arrojado sobre un arroyo para que sirviera de puente. La reina de Saba, al visitar a Salomón, se negó a pasar sobre ese árbol, declarando que un día ocasionaría la destrucción de los hebreos. El rey ordenó que fuera retirado y enterrado. Esto se hizo cerca del estanque de Betesda, en cuyo momento las virtudes del madero se comunicaron inmediatamente a las aguas. Después de la condena de Cristo, se encontró flotando en la superficie del estanque y los judíos lo tomaron por la viga principal de la Cruz.
Desde hace mucho tiempo existe la tradición de que la cruz estaba formada por un número de maderas diferentes -generalmente tres, en honor a la Trinidad, pero a veces más. «Una antigua leyenda dice que la Cruz estaba hecha de ‘Palma de la Victoria’, ‘Cedro de la Incorrupción’ y ‘Olivo para la Unción Real y Sacerdotal’. Y en un verso latino se nos dice:
El pie de la Cruz es de Cedro, La Palma sostiene las manos, El alto Ciprés sostiene el cuerpo, El Olivo en la alegría está inscrito.
La cuestión de la procedencia de la madera de la cruz también ha dado lugar a tradiciones que han llevado a la construcción de estructuras eclesiásticas para conmemorar el supuesto lugar o lugares. «Al oeste de Jerusalén hay una hermosa iglesia donde creció el árbol de la Cruz», dijo Sir John Mandeville hacia 1360.
Henry Maundrell (1665-1701), en su descripción de un convento griego que visitó a una media hora de distancia de Jerusalén, dice: «Lo que más merece destacarse en el convento es la razón de su nombre y fundación. Es porque allí está la tierra que alimentó la raíz, que soportó el árbol, que dio la madera, que hizo la Cruz. Bajo el altar mayor se muestra un agujero en la tierra donde estaba el tronco del árbol»
Wall identifica esto como el monasterio ortodoxo griego de la Santa Cruz, a una o dos millas al oeste de Jerusalén. Fue fundado no mucho después del descubrimiento de la cruz por Santa Elena.