Dicen que todas las setas son comestibles-una vez.
He estado cazando y comiendo setas silvestres durante más de 20 años. ¿Qué me convierte en un experto? El hecho de que todavía estoy vivo. He enseñado a miles de personas a hacer lo mismo, y todos son expertos también.
El mundo está lleno de expertos recolectores. Prácticamente ninguno de ellos ha cogido nunca un libro de identificación. ¿Cómo sobreviven? Hacen lo único que debe hacer cualquiera que quiera forrajear con seguridad. Es lo que haces cuando no estás seguro de que lo que has encontrado es comestible. Es lo único que necesitas recordar, y es sólo una palabra. Es un verbo con sólo tres letras.
Hay una pista: no es comer, probar, correr, ver o morir. Tampoco es 911, aunque se acerca.
¿Se rinde?
La palabra es preguntar.
Preguntar significa consultar a otra persona-particularmente a alguien que sabe más que tú. Desaconsejo a los principiantes el uso de libros de identificación. Pueden causar más daño que bien. En el mejor de los casos, se perderán dos horas en lo que, de otro modo, llevaría dos minutos. En el peor de los casos, bueno, ya conoces la expresión «Si a la primera no lo consigues»… … no se aplica a las setas.
En resumen, el único buen guía de campo es uno con dos piernas.
Cuando muestro a la gente una seta comestible junto a otra que consideran una peligrosa parecida (o si lo prefieren, una «copia muerta»), me hacen la pregunta del millón: ¿Cómo se pueden distinguir estas dos setas?
Hacen lo correcto: preguntan. En el sur de África, donde se comen muchas setas, hay un adagio muy conocido: «El que pregunta es el que no se envenena con las setas.»
Mi respuesta es sencilla: la experiencia. Podrías distinguir a tu propia madre entre una multitud? Si has dicho que sí, seguramente es porque te es literalmente familiar. ¿Puedes distinguir la col de la lechuga iceberg? Si has dicho que sí, ¿lo aprendiste en la escuela? ¿Te sentaron alguna vez tus padres y te lo explicaron? No, lo sabes por experiencia.
Los hongos no son diferentes. Crece con ellos, pasa tiempo con ellos, y son fáciles de reconocer. No puedes aprenderlo de un libro, y yo no puedo explicártelo. Intentar hacer ambas cosas haría más daño que bien. Sólo la práctica hace la perfección.
Aprender a forrajear es sencillo. No necesitas un libro. No necesitas una aplicación elegante. Ni siquiera necesitas tomar una clase conmigo. Pero sí necesitas hacer la única cosa que para la mayoría de la gente es más aterradora que incluso comer una seta potencialmente venenosa, y es pedir ayuda.
Recuerda el proverbio africano, y forrajear con seguridad es fácil.