El papel del padre en la vida de un niño tiene una importante influencia en la imagen que éste tiene de sí mismo, en su capacidad para establecer relaciones positivas y en su desarrollo moral. Dado que las madres divorciadas suelen obtener la custodia física principal, una consecuencia común para los niños es la reducción del tiempo que pasan con sus padres. En casos extremos, algunos padres, especialmente los hombres que no han desempeñado un papel activo en la crianza diaria de su hijo durante el matrimonio, se dicen a sí mismos que una «ruptura limpia» es lo mejor para su hijo y se retiran o disminuyen su papel en la vida del niño. Esta pérdida del amor, la orientación y la atención del padre puede ser devastadora para el niño.
En el momento de la separación y el divorcio, las madres a menudo se ven abrumadas por las exigencias de la monoparentalidad y no pueden satisfacer todas las necesidades psicológicas o emocionales de sus hijos. En estos casos, una relación continuada con un padre implicado puede proporcionar seguridad y cariño adicionales durante este difícil período. Los niños que han perdido los vínculos estrechos con sus padres suelen alcanzar niveles más bajos de rendimiento académico, tienen dificultades para desarrollar una imagen masculina sana de sí mismos y muestran un comportamiento rebelde, agresivo e impulsivo. Las chicas en esta situación suelen tener más dificultades para establecer y mantener una relación amorosa sana y satisfactoria con los varones. También tienden a ser sexualmente activas a una edad más temprana y a tener más parejas sexuales que las niñas cuyo padre sigue participando activamente en sus vidas.
En artículos anteriores nos hemos centrado en la agitación emocional y el conflicto entre los ex cónyuges como factores principales que crean problemas para los hijos del divorcio. En nuestra práctica, observamos un número cada vez mayor de situaciones en las que la distancia física real que separa al padre del niño es el impedimento para el desarrollo continuo de la relación padre-hijo. Más concretamente, nos hemos encontrado con padres que desean mantener un contacto estrecho pero que carecen de una comprensión básica de cómo establecer una relación a distancia viable con su hijo. Queremos dedicar este artículo a discutir algunas de las ideas que hemos compartido con estos padres… ideas que les han permitido solidificar sus relaciones con sus hijos, a pesar de estar separados por una larga distancia.
En un divorcio, ambos padres necesitan reconocer que la participación continua del padre puede ser vital para el desarrollo de la personalidad y el bienestar emocional del niño. Es necesario que trabajen juntos para facilitar el acceso y la participación del niño con el padre a fin de minimizar el trauma que el divorcio puede engendrar. Por lo tanto, salvo en situaciones extremas, es importante que las madres animen a sus hijos a mantener el contacto con sus padres y eviten interferencias indebidas en esa relación. Es igualmente importante que ambos padres eviten hacer comentarios negativos sobre el otro delante de los niños.
Los niños que han experimentado un divorcio albergan un cierto grado de incertidumbre respecto a la estabilidad de todas las relaciones. Antes creían que su familia viviría junta para siempre. Sin embargo, después de experimentar la separación de sus padres, no es raro que los niños cuestionen la estabilidad de su relación con cada uno de ellos. Los niños pueden suponer que si los padres pueden dejar de amarse, no hay nada que impida que cualquiera de ellos se desenamore también de ellos.
Cuando un niño ya no vive cerca de uno de sus padres, estos temores de pérdida pueden intensificarse y deben tomarse medidas para aliviar esas preocupaciones. Tres consideraciones principales son las claves para mantener una relación padre-hijo a larga distancia: estabilidad, comodidad y seguridad.
Al mantener una relación a larga distancia, el padre debe asegurar un contacto regular con su hijo, y estos esfuerzos deben ser apoyados por la madre. Esto puede lograrse llamando por teléfono con regularidad, preferiblemente el mismo día y hora cada semana, y manteniendo un patrón de contacto regular cara a cara. Las madres y los padres deben trabajar juntos para ayudar al niño a esperar y disfrutar de estos contactos. Además, las madres deben proporcionar privacidad al niño para las llamadas telefónicas con el padre y cada contacto telefónico debe centrarse en que el padre y el niño compartan información personal sobre su vida cotidiana. Compartir este tipo de información proporciona la base sobre la que puede crecer y desarrollarse una relación mutuamente satisfactoria.
La familiaridad con los aspectos más destacados de la vida cotidiana del niño ofrece otro factor clave, la comodidad, para mantener las relaciones a distancia. Las madres pueden facilitar dicha familiaridad notificando a su ex-cónyuge las próximas actuaciones escolares, los proyectos especiales de la clase u otras ocasiones dignas de mención. Hablar de esa información básica en las llamadas telefónicas aumentará la sensación del niño de que su padre le conoce y se preocupa por él. Los padres también pueden saber cómo progresan sus hijos en la escuela programando conferencias telefónicas con los profesores o programando las visitas para que coincidan con las actuaciones escolares u otras actividades especiales. Las escuelas también suelen estar dispuestas a proporcionar duplicados de los boletines de notas y avisos de eventos especiales a un segundo padre si lo solicita.
Los niños no sólo se sienten reconfortados cuando los padres conocen su vida cotidiana, sino que también sienten una enorme curiosidad por la vida de su padre. Por ello, animamos a los padres a que compartan detalles de su vida diaria con sus hijos. Este esfuerzo puede reforzarse enviando al niño fotografías de la casa, el barrio y el lugar de trabajo del padre. Las llamadas telefónicas y las videollamadas pueden consistir en compartir lo más destacado, como la mejor comida de la semana o el programa de televisión más emocionante que han visto. El correo electrónico y los mensajes de texto también pueden utilizarse eficazmente entre las llamadas telefónicas y las videollamadas.
Una tercera clave para mantener relaciones estrechas a distancia es proporcionar a los hijos una sensación de seguridad. Al haber experimentado ya una importante perturbación en sus vidas, los hijos de los divorciados son muy sensibles a la posibilidad de nuevos trastornos. Estas ansiedades y temores harán que algunos niños aborden las visitas con su padre con guantes de seda para evitar cualquier daño adicional a esta relación. Los padres también pueden sentirse ansiosos, antes del tiempo de crianza, por la preocupación de no estar a la altura de las expectativas de sus hijos y de que el tiempo que pasen juntos decepcione a su hijo o hija, que entonces se resistirá al contacto futuro. Estos sentimientos de ansiedad y preocupación son comprensibles. Cuando trabajamos con padres e hijos, les instamos a que se comuniquen entre sí hablando abiertamente de sus sentimientos y preocupaciones. También animamos a los padres a que dediquen algún tiempo a preparar las llamadas telefónicas y las visitas de antemano para aumentar sus propios sentimientos de seguridad.
Los padres suelen encontrar útil hablar de los próximos viajes con sus hijos y permitirles participar en la planificación. Por ejemplo, los padres deben informar a su hijo de cuándo se producirá el tiempo de crianza, cuánto durará, a dónde puede esperar ir el niño y si alguien más participará en las actividades planificadas. Compartir esta información familiariza al niño con lo que puede esperar y crea una base para que el niño se sienta seguro y para que el padre tenga un sentido realista de organización y control.
Por último, es importante que los padres establezcan expectativas realistas sobre el tiempo de crianza, así como sobre cada llamada telefónica, y que no se presionen indebidamente a sí mismos o a sus hijos para que se acerquen inmediatamente. Los padres deben reconocer que la cercanía entre padres e hijos después del divorcio se desarrolla con el tiempo y no se hace ni se rompe en una sola visita. Como ocurre con todas las relaciones, las relaciones padre-hijo tienen altibajos y requieren mucho amor y cariño para crecer y desarrollarse adecuadamente, especialmente en circunstancias tan difíciles.
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