Las primeras terapias para el tratamiento de la difteria y el tétanos empezaron a utilizarse a mediados de la década de 1890 y tuvieron un gran impacto en el desarrollo de la historia de la medicina.
Emil Behring (1854-1917) fue el pionero de la técnica, utilizando cobayas para producir suero. Basándose en su observación de que las personas que sobrevivían a la infección con la bacteria de la difteria no volvían a infectarse, descubrió que el cuerpo produce continuamente una antitoxina, que impide que los supervivientes de las infecciones vuelvan a infectarse con el mismo agente.
A Behring le resultó necesario inmunizar a animales más grandes para producir suficiente suero que protegiera a los seres humanos, ya que la cantidad de antisuero producida por las cobayas era demasiado escasa para resultar práctica. Los caballos resultaron ser los mejores productores de suero, ya que el suero de otros animales grandes no está lo suficientemente concentrado, y no se creía que los caballos fueran portadores de ninguna enfermedad que pudiera transferirse a los humanos.
Debido a la Primera Guerra Mundial, se necesitaba un gran número de caballos para fines militares. A Behring le resultó difícil encontrar suficientes caballos alemanes para sus instalaciones de suero. Optó por obtener caballos de países de Europa del Este, principalmente de Hungría y Polonia. Debido a los limitados recursos financieros de Behring, la mayoría de los caballos que seleccionó estaban destinados al sacrificio; sin embargo, la utilidad del animal para otros no influyó en la producción de suero. Los caballos de suero eran tranquilos, bien educados y con buena salud. La edad, la raza, la altura y el color eran irrelevantes.
Los caballos se transportaban desde Polonia o Hungría hasta las instalaciones de Behring en Marburgo, en el centro-oeste de Alemania. La mayoría de los caballos eran transportados por ferrocarril y tratados como cualquier otra carga de mercancías. Durante la interminable travesía de la frontera, los caballos quedaban a merced del clima. Una vez que los caballos llegaban a Marburgo, tenían de tres a cuatro semanas para recuperarse en una instalación de cuarentena, donde se registraban sus datos. Tenían que estar en perfectas condiciones médicas para la inmunización, y la instalación de cuarentena garantizaba que estuvieran libres de microbios que pudieran infectar a los demás caballos. En las instalaciones de Behring, los caballos eran vistos como salvavidas; por lo tanto, eran bien tratados. Algunos de los caballos individuales utilizados para la producción de suero fueron nombrados y celebrados por su servicio a la medicina, tanto humana como no humana.
A finales del siglo XIX, uno de cada dos niños en Alemania estaba infectado de difteria, la causa más frecuente de muerte en niños de hasta 15 años. En 1891, Emil Behring salvó la vida de una niña con difteria inyectándole antisuero por primera vez en la historia. Los caballos de suero demostraron ser los salvadores de los infectados de difteria. Posteriormente, se desarrolló el tratamiento del tétanos, la rabia y el veneno de serpiente, y comenzó la vacunación protectora proactiva contra la difteria y otras enfermedades microbianas.
En 1901, Behring ganó el primer Premio Nobel de Medicina por su trabajo en el estudio de la difteria.